lunes, 27 de agosto de 2007

Textos de San Francisco

San Francisco, sin duda ha marcado nuestra provincia Betica, Sevilla, tanto por su historia , como por su actual Cardenal franciscano ha sido siempre un lugar destacado en la obra franciscana. Por ello pongo estos textos de San Francisco que nos ayuden a conocer mejor a este Santo:

"Que nadie se altere por el pecado de otro .Al siervo de Dios nada debe desagradarle, excepto el pecado. Y de cualquier modo que una persona peque, si por esto el siervo de Dios se turba y se encoleriza, y no por caridad, atesora para sí una culpa (cf. Rom 2,5). El siervo de Dios que no se
encoleriza ni se conturba por cosa alguna, vive rectamente sin propio. Y bienaventurado aquel que no retiene nada para sí, devolviendo al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios (Mt 22,21).

Cap. XII: De cómo conocer el espíritu del Señor

Así se puede conocer si el siervo de Dios tiene el espíritu del Señor: si, cuando el Señor obra por medio de él algún bien, no por eso su carne se exalta, porque siempre es contraria a todo lo bueno, sino que, más bien, se tiene por más vil ante sus propios ojos y se estima menor que todos los otros hombres.

Cap. XIII: De la paciencia

Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,9). El siervo de Dios no puede conocer cuánta paciencia y humildad tiene en sí, mientras todo le suceda a su satisfacción. Pero cuando venga el tiempo en que aquellos que deberían causarle satisfacción, le hagan lo contrario, cuanta paciencia y humildad tenga entonces, tanta tiene y no más.

Cap. XIV: De la pobreza de espíritu

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5,3). Hay muchos que, perseverando en oraciones y oficios, hacen muchas abstinencias y mortificaciones corporales, pero, por una sola palabra que les parezca injuriosa para sus cuerpos o por alguna cosa que se les quite, escandalizados enseguida se perturban. Estos no son pobres de espíritu, porque quien es de verdad pobre de espíritu, se odia a sí mismo y ama a aquellos que lo golpean en la mejilla (cf. Mt 5,39).

Cap. XV: De la paz

Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,9).

Son verdaderamente pacíficos aquellos que, con todo lo que padecen en este siglo, por el amor de nuestro Señor Jesucristo, conservan la paz en el alma y en el cuerpo.

miércoles, 18 de julio de 2007

XXV aniversario toma de posesión del Cardenal Arzobispo de Sevilla

Homilía en la Eucaristía con motivo del XXV aniversario de su toma de posesión en la Archidiócesis de Sevilla (29 de junio de 2007)

1. Dice la Escritura que cada día tiene su afán y cada cosa su tiempo (Cf. Qo 3, 1). Y que todo momento es tiempo de Dios y en alabanza del Señor debe aprovecharse.

Por eso, en esta celebración con motivo de los veinticinco años del ministerio pastoral de vuestro obispo, solamente cabe la alabanza a Dios y la gratitud a esta Iglesia hispalense y a cuantos nos ayudan para que podamos cumplir con nuestro ministerio pastoral.

2. Hoy es la fiesta de los santos Pedro y Pablo. Veamos, pues, su ejemplo de servicio a la Iglesia y recordemos su magisterio y doctrina, que nos viene desde la misma inspiración que del Señor recibieron.

"Pues yo, hermanos, cuando vine a vosotros, - recuerda a San Pablo a los Corintios - no llegué con el prestigio de la palabra o de la sabiduría a anunciaros el misterio de Dios, pues no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado. Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso" (1Cor. 2, 1-3). La confianza estaba en el Señor y en su Palabra.

3. Como nos dice Benedicto XVI, tenemos ahora una Iglesia más libre, más viva, más valiente, más joven (A los Cardenales en la Capilla Sixtina 20-4-05). Libre por la palabra de Dios, que nunca está encadenada y siempre es lámpara para guiar nuestros caminos. Una Iglesia más viva, por los sacramentos, que son la fuente permanente del agua viva y del pan vivo bajado del cielo. Más valiente, por la audacia de la caridad que no pone nunca medida cuando se trata de manifestar eficazmente el amor de Cristo. Más joven, por la esperanza que se nos ha dado.

Una Iglesia que mira con serenidad al pasado y no tiene miedo del futuro. Y con la doctrina y el espíritu del Concilio Vaticano II, que ha de ser "como brújula para orientarse" (Ib.). Por eso, más hemos de mirar al futuro que al pasado. Y no tanto recontar lo que hicimos, sino pensar en lo mucho que nos queda por hacer.

4. San Pedro nos recuerda: "¿Quién os hará mal si os afanáis por el bien? Mas, aunque sufrierais a causa de la justicia, dichosos de vosotros. No les tengáis ningún miedo ni os turbéis. Al contrario, dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza. Pero hacedlo con dulzura y respeto. Mantened una buena conciencia (...) Pues más vale padecer por obrar el bien, si esa es la voluntad de Dios, que por obrar el mal" (1Pe. 3, 13-17).

Y San Pablo nos dice: "Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta" (Flp. 4, 8).

Y nunca olvidar el más sabio de los consejos: "Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como
bronce que suena o címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha. (...) El amor todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. La caridad no acaba nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia. La caridad permanece" (1Cor 13, 1-8).

5. Si el obispo es sucesor de los apóstoles, ha de recordar que en el día santo de Pentecostés, María Santísima estuvo a su lado. Y que Ella siempre acompaña a los son que sacerdotes y amigos de su hijo Jesucristo.

Como día grande de fiesta es este y de gratitud lo queremos llenar, nos sentaremos a la mesa con Cristo, que allí recibiremos el mejor pan y el más generoso de los vinos. El pan de vida y la sangre redentora del Señor. Es el pan que nos alimenta. Es el vino que nos purifica. Es la Eucaristía, el manantial y la cumbre de nuestra vida cristiana.

Y a todos vosotros, que tanto me ayudáis a servir como obispo a esta Iglesia hispalense, que os llegue, la gracia y la paz de parte de Dios y del Señor Jesucristo, a quien sea toda bendición por los siglos de los siglos. Amen.

Sevilla, 29 de junio de 2007