miércoles, 18 de julio de 2007

XXV aniversario toma de posesión del Cardenal Arzobispo de Sevilla

Homilía en la Eucaristía con motivo del XXV aniversario de su toma de posesión en la Archidiócesis de Sevilla (29 de junio de 2007)

1. Dice la Escritura que cada día tiene su afán y cada cosa su tiempo (Cf. Qo 3, 1). Y que todo momento es tiempo de Dios y en alabanza del Señor debe aprovecharse.

Por eso, en esta celebración con motivo de los veinticinco años del ministerio pastoral de vuestro obispo, solamente cabe la alabanza a Dios y la gratitud a esta Iglesia hispalense y a cuantos nos ayudan para que podamos cumplir con nuestro ministerio pastoral.

2. Hoy es la fiesta de los santos Pedro y Pablo. Veamos, pues, su ejemplo de servicio a la Iglesia y recordemos su magisterio y doctrina, que nos viene desde la misma inspiración que del Señor recibieron.

"Pues yo, hermanos, cuando vine a vosotros, - recuerda a San Pablo a los Corintios - no llegué con el prestigio de la palabra o de la sabiduría a anunciaros el misterio de Dios, pues no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado. Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso" (1Cor. 2, 1-3). La confianza estaba en el Señor y en su Palabra.

3. Como nos dice Benedicto XVI, tenemos ahora una Iglesia más libre, más viva, más valiente, más joven (A los Cardenales en la Capilla Sixtina 20-4-05). Libre por la palabra de Dios, que nunca está encadenada y siempre es lámpara para guiar nuestros caminos. Una Iglesia más viva, por los sacramentos, que son la fuente permanente del agua viva y del pan vivo bajado del cielo. Más valiente, por la audacia de la caridad que no pone nunca medida cuando se trata de manifestar eficazmente el amor de Cristo. Más joven, por la esperanza que se nos ha dado.

Una Iglesia que mira con serenidad al pasado y no tiene miedo del futuro. Y con la doctrina y el espíritu del Concilio Vaticano II, que ha de ser "como brújula para orientarse" (Ib.). Por eso, más hemos de mirar al futuro que al pasado. Y no tanto recontar lo que hicimos, sino pensar en lo mucho que nos queda por hacer.

4. San Pedro nos recuerda: "¿Quién os hará mal si os afanáis por el bien? Mas, aunque sufrierais a causa de la justicia, dichosos de vosotros. No les tengáis ningún miedo ni os turbéis. Al contrario, dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza. Pero hacedlo con dulzura y respeto. Mantened una buena conciencia (...) Pues más vale padecer por obrar el bien, si esa es la voluntad de Dios, que por obrar el mal" (1Pe. 3, 13-17).

Y San Pablo nos dice: "Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta" (Flp. 4, 8).

Y nunca olvidar el más sabio de los consejos: "Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como
bronce que suena o címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha. (...) El amor todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. La caridad no acaba nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia. La caridad permanece" (1Cor 13, 1-8).

5. Si el obispo es sucesor de los apóstoles, ha de recordar que en el día santo de Pentecostés, María Santísima estuvo a su lado. Y que Ella siempre acompaña a los son que sacerdotes y amigos de su hijo Jesucristo.

Como día grande de fiesta es este y de gratitud lo queremos llenar, nos sentaremos a la mesa con Cristo, que allí recibiremos el mejor pan y el más generoso de los vinos. El pan de vida y la sangre redentora del Señor. Es el pan que nos alimenta. Es el vino que nos purifica. Es la Eucaristía, el manantial y la cumbre de nuestra vida cristiana.

Y a todos vosotros, que tanto me ayudáis a servir como obispo a esta Iglesia hispalense, que os llegue, la gracia y la paz de parte de Dios y del Señor Jesucristo, a quien sea toda bendición por los siglos de los siglos. Amen.

Sevilla, 29 de junio de 2007

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece muy interesante este blogs, espero que pronto tengamos mas información.

Anónimo dijo...

Espero que todos aportemos nuestra opinion.